El prestigio de España quedaría en evidencia

Santiago y cierra EspañaEl diario español ABC, de trayectoria universal y cosmopolita como es sabido, publicaba esta semana un argumentario para defender la unidad patria. Al estilo de ‘Santiago y cierra España’, por descontado, que los dinosaurios no cambian de piel de la noche a la mañana. ABC: ’100 argumentos para la unidad de España’. Ahí es nada.

Para nuestro sosiego, precisemos que la inquietud que intenta conjurar proviene de Cataluña y del proceso soberanista en marcha. Pero algo nos toca, y uno de los argumentos que cita, precisamente, es el de que una Cataluña independiente puede despertar la envidia vasca, “dar alas a la izquierda abertzale” y animarla en una hoja de ruta paralela a la catalana. Vamos, que la cosa vasca también está en el programa; en algo se nos valora.

No es que nos sintamos muy inclinados a hacer publicidad del diario ultra, pero no estaría de más echarle un ojo al panfleto –sin que sirva de precedente-. Más que nada por saber cómo se las gastan la dos Españas (si son dos; o una y grande). Porque la primera sensación que trasmite el texto es que no pretende convencer a la población catalana. Es un alegato para la parroquia, para los propios creyentes de la comunidad hispana. Una de dos: o dan a los catalanes por irrecuperables; o son conscientes de que en el debate de lo nacional la españolidad ya no juega en liga internacional. Sólo en regional. Como decía Canovas del Castillo, con aquellos que son españoles porque no pueden ser otra cosa.

Entrando al argumentario, en el recuento de fichas aparecen de todo tipo: grotescas, serias, desconcertantes, paradójicas… Como la del título: preguntarnos qué es España daña su prestigio, que “quedaría en evidencia”. Con la marca España embarrada hasta la bandera esta presunción de exquisitez empuja a la carcajada.

Sin pretender ser exhaustivo, porque el argumentario se vende solo y no necesita quien desgrane sus alabanzas, llama la atención la abundancia de razones históricas. Desde la primera en plaza: “Historia común: Cataluña nunca fue un Reino separado del resto de España”. De hecho, los razonamientos históricos son los que ofrecen mayor profundidad en el debate, porque se refieren a conceptos societarios y polémicas de mayor relevancia: Estado, nación, instituciones, legitimidades… No hay que echar en saco roto la fuerza de esta argumentación, tanto por la naturaleza de los conceptos que esgrime, como por el sentimiento que despiertan en la población, que los reconoce como parte de su imaginario.

Así encontramos la ‘Verdad histórica’, que viene a sostener que Cataluña no fue conquistada, sino que la de 1714 fue una guerra dinástica (cuánto nos recuerda al debate sobre 1512, Navarra, el duque de Alba). También, “5 siglos de historia nos avalan…” Pero esta línea argumental derrapa, como ocurre cuando se quiere sostener en ella todo el hecho nacional, y el sujeto de la historia acaba en la raza, para formular ideas del tipo ‘ocho apellidos españoles’ (sic) y similares.

El panfleto recoge su retahíla de amenazas, predicciones agoreras, promesas de catástrofes si se cumple la secesión catalana, etc. Lo grotesco tiene su lugar en forma de espécimen butifarro cuando citan a Boadella como razón de traca: ‘no hay nada más español que un catalán’. Lástima que no se le pueda dar la vuelta al argumento, nada más catalán que un español, porque el racismo hispano se autoinmolaría antes de oírse hablar en catalufo y en el caso de verse en esa tesitura se arrancaría la piel a tiras.

Razones económicas -lo mal que quedaría España si pierde la potencia económica catalana-, artísticas -el testamento de Dalí-, religiosas -una iglesia que dictamina razones morales-, deportivas o la calamidad de que se pierda eso tan glorioso como es el derby Madrid-Barça. Incluso las de fábula, o la curiosa historia de que el señor don Quijote pasó por Barcelona.

Resulta estimulante observar cómo el proceso independentista catalán remueve los cimientos del orden político español, es decir, nuestra propia dominación desde hace siglos. Como dice el sociólogo Salvador Cardús, la angustia de los españoles se resume en “qué va a ser España sin Cataluña”.

Post anterior